Centro CIAM

Manuel Ramírez Casillas: Introducción al análisis de coyuntura

Por Daniel Alejandro Cerón

Dirección de Investigaciones

 

En el marco del seminario interno que llamamos «Interlocuciones», estudiamos un texto del profesor de la Universidad Iberoamericana de México, Manuel Ramírez Casillas, el cual lleva por título “El análisis de coyuntura como metodología del análisis político” (1993). Nuestro autor entiende el «análisis de coyuntura» como una metodología del análisis político y esta preciosa indicación nos ha parecido de enorme utilidad para avanzar en las tareas de fundamentacion que el Centro de Investigación, Análisis y Mediaciones (CIAM) viene adelantando desde hace casi un año. A continuación compartimos algunas de las notas que han sido trabajadas por la dirección de investigaciones en el marco del seminario, cumpliendo con nuestra apuesta colectiva de divulgación -siempre necesaria cuando de lo que se trata es de hacer investigación sociopolítica-, tocando tan sólo algunos de los tópicos presentes en el documento y añadiendo algunas observaciones complementarias.

 

 

I

 

En principio el Análisis de Coyuntura (en adelante AC) nos permite –según nuestro autor- “realizar un análisis del presente desde una perspectiva histórico/política”. Los elementos que compondrían dicho análisis permiten localizar los fenómenos sociopolíticos en un determinado especio-tiempo y, en esa medida, la perspectiva metodológica aplicada a través del AC no sería descriptiva sino procesual (lo que le diferenciaría de otros enfoques del AC, especialmente de los que son aplicados al análisis de las coyunturas económicas). Ahora, en vistas del planteamiento expuesto, Manuel Ramírez Casillas abordaba algunos de los problemas relativos a la crisis del marxismo y su re-fundamentación (estamos hablando de un texto del los años 90’s), dado que la problemática suscitada por esas crisis y por la necesidad de refundamentación pareciera ser esencial a la hora de recuperar el AC como metodología del análisis político. Veamos entonces algunos de esos tópicos y reflexionemos un poco alrededor de ellos.

 

El profesor Manuel Ramírez Casillas definía el AC como un análisis del presente. ¿Qué significa esto? Significa, primeramente, que en cuanto metodología del análisis político, el AC nos permite comprender la realidad política y, conservando la intencionalidad epistémica y política del materialismo histórico, tal comprensión nos ha de servir para transformar esa realidad. En tal sentido, el AC nos daría una clave para leer o interpretar, subjetiva y objetivamente, la realidad política del presente y, en tal sentido, no se agotaría en una interpretación de lo presente como si este fuera la prolongación indefinida del pasado; sino como un momento en el devenir histórico que posee, a priori, una especificidad que puede ser descrita, analizada, correlacionada, reflexionada, y, en último término, conocida. Y si puede ser conocida, la realidad política del presente puede ser también construida, ya que el AC proporciona al sujeto cognoscente, que es también sujeto político, las coordenadas situacionales -incluso podríamos decir, en resonancia con la tematización hecha por José Ortega y Gasset, «circunstanciales»- que le permitirían dirigir u ordenar su prâxis política, o sea, su proyección particular en el campo de relaciones de fuerza que componen lo político.

 

Ahora bien, Ramírez Casillas precisaba el sentido en el que podría hablarse del AC, además de ser un análisis del presente, como un conocimiento histórico-político, lo que querría decir que tal conocimiento tiene una especial relación con la «historia» y con «lo político», bajo el entendido de que estas dos macrocategorías son inescindibles. En la tradición de pensamiento que fuera abierta, a partir del siglo XIX, por Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Lukács, Althusser y Poulantzas, mientras la «historia» constituye un devenir a través del cual se suceden los modos de producción y las formaciones sociales particulares que aparecen gracias a la articulación orgánico-estructural de dichos modos, «lo político» viene a ser, por una parte, el factor de cohesión que asegura al unidad estructural de las formaciones sociales (el Estado), y la dinámica antagónica de confrontación entre sujetos socio-políticos por determinar la estructura de ese orden (la lucha de clases). Sin embargo, el profesor Ramírez Casillas añadía ciertas modificaciones al precisar la importancia transformativa del conocimiento histórico-político.

 

La importancia de dicho conocimiento comenzaría por poner en el centro de ello al «sujeto» y a las practicas sociopolíticas del mismo. ¿Qué implicaciones tendría esto para el AC? Una de las implicaciones que tendría sería el poder esclarecer por qué el AC constituye un método de análisis político orientado hacia la transformación de la realidad política y social: se trata de un método de análisis diseñado para potenciar la prâxis del sujeto sociopolítico, o sea, el conjunto de prácticas que permiten al sujeto social y político construir su historia, asegurar la eficacia práctica de sus estrategias y proyecciones. De acuerdo con ello, nuestro autor dice: “(…) podríamos retomar la idea de que la historia es una serie de coyunturas que significan los momentos de inserción de las prácticas y proyectos de los diferentes sujetos sociales”. Podríamos decir, a propósito de esto, que nos parece sumamente importante el poder concebir la «historia» como una sucesión serial de coyunturas, de tal modo que el concepto de «coyuntura», en cuanto tal, vendría a significar un momento concreto, pero particular o específico, del proceso histórico-político; momento que estaría signado por la especificidad de la inserción del sujeto sociopolítico en dicha procesualidad.

 

 

II

 

Lo segundo que habría que observar a propósito del análisis de coyuntura como análisis del presente, son las modalidades de inserción subjetiva en la procesualidad histórica de lo político. Estas modalidades, relativas a la subjetivación del mundo y a la objetivación de la intencionalidad subjetiva en el mundo -para hablar un tanto fenomenológicamente-, permiten entrever la direccionalidad que los sujetos sociopolíticos da a la realidad de acuerdo con sus proyecciones e intereses: “(…) se trata de una intervención intencional, de corte estratégico articulado a una lógica ético/política”, afirma Ramírez Casillas. Entonces, las modalidades sociopolíticas de intervención subjetiva en el proceso histórico-político estarían determinadas por una dirección consciente o intencionalmente definida, estratégicamente proyectada, y por lo tanto, provista de un fundamento normativo que le daría, a la vez, un sentido ético y un sentido político. Sin embargo, esta fundamentación normativa no anularía el realismo que orienta al acción social y política estratégica, ya que en lo político se hallaría la historia real, la posibilidad concreta de realizar las proyecciones, la posibilidad concreta de hacer valer y prevalecer esas proyecciones sobre las proyecciones de los adversarios y que, por sobredeterminación, la formación social pueda ser dirigida y, en último análisis -diríamos nosotros- gobernada.

 

En otro punto de la exposición del profesor Manuel Ramírez Casillas encontramos que la tematización del AC como metodología del análisis político representa un esfuerzo del sujeto cognoscente -que es también sujeto sociopolítico- por captar la concreción histórico-estructural de una correlación de fuerzas. Esto significa que el sujeto que efectúa el AC para conocer un determinado momento presente de la realidad política, que se inserta en la procesualidad histórica de esa realidad buscando objetivar sus intereses estratégicos en una determinada formación social, hace uso del método para poder aprehender en su conciencia praxeológica la síntesis de las múltiples determinaciones que se conjugan en el presente de la acción sociopolítica, captando el conjunto de los elementos que se interrelacionan para configurar el campo práctico en el que las fuerzas sociales y políticas pugnan entre sí por determinar la estructura del orden social. Todo ello se manifiesta en el presente, pero, como es natural, hunde sus raíces en relaciones de poder cuya consistencia actual es el resultado o producto del devenir histórico de las relaciones sociales cuya génesis pertenece al pasado; tales relaciones y correlaciones se expresan, como tales, en cada coyuntura, y por ello, el AC indaga el momento presente diagnosticando “los mecanismos a través de los cuales se está gestando la intervención política o, en otras palabras, ubicando, al interior de un complejo de relaciones de poder, los mecanismos, las variaciones y matices, que posibilitan determinada sujeción y/o confrontación entre los sujetos”.

 

La coyuntura, como hecho presente que se deriva del pasado no lo hace mecánicamente, ya que la coyuntura presente es problematizada en el análisis y no es vista como una derivación frente a la cual el sujeto cognoscente no tendría más remedio que aceptar, en la impotencia, el curso supuestamente “natural” de los acontecimientos. La coyuntura presente es problematizada en la medida en que ella demarca los contornos de una situación de crisis, o sea, una situación de confrontación entre sujetos políticos de cuyo desenlace podría esperarse la cristalización de las estructuras sociales o, por el contrario, una precipitación vertiginosa del proceso histórico-político en un devenir revolucionario. De ahí que en el AC se ubica lo político “como plano de análisis -afirma Ramírez Casillas- que reconoce como su núcleo básico la conjugación entre sujeto y proyecto, lo que se expresa materialmente en el juego de tácticas y estrategias que encuadran la dinámica de los sujetos al interior de las estructuras políticas”. Pareciera entonces que lo político constituye un plano de la realidad humano-social (la realidad política), y que en dicho plano la subjetividad sociopolítica deviene proyectualidad socio-histórica, o sea, la prefiguración de un orden social deseado cuyo núcleo existencial sería el sujeto cognoscente en cuanto sujeto sociopolítico. Siendo así, la «táctica» como la «estrategia» no serían más que modulaciones de la subjetividad proyectada, encuadramientos del sujeto sociopolítico en el campo a la vez estructural y contingente de la realidad política. Conocer las posibilidades reales para que la táctica y la estrategia del sujeto cognoscente como sujeto sociopolítico puedan materializarse u objetivarse en la formación social, a pesar de las correlaciones de fuerza, es lo que da forma y motivo al AC como método del análisis político.

 

 

III

 

El profesor Manuel Ramírez Casillas recordaba, a inicios de la década de los años 90’s, que los conceptos de «Historia» y de «Sujeto» son dos conceptos que, en el marco de la teoría marxista -la del materialismo histórico y el materialismo dialéctico-, se encontraban en proceso de refundamentación. El concepto de «Historia», por una parte, había sido concebido bajo una perspectiva teleológica, configurada por cierta finalidad o predeterminación, a saber: la construcción de una sociedad más justa, más humana, en la que la transición socialista abriera al camino hacia la utopía comunista. El concepto de «sujeto», por otra parte, señalaba como protagonista de la historia al proletariado, en la medida en que siendo este la clase trabajadora, o sea, el soporte material de todas las relaciones sociales de producción, tenía un papel revolucionario por su natural oposición práctica e ideológica al sistema de explotación y dominación capitalista. Se trata, pues, de dos conceptos que en el ámbito metodológico abierto por el AC reclaman una refundamentación que permita actualizarlos, comprenderlos a la luz de una realidad histórica que ya no es la del siglo XX.

 

En la perspectiva de refundamentación, el profesor Ramírez Casillas nos propone reinterpretar los conceptos de «historia» y de «sujeto» más allá del marxismo clásico. ¿Por qué? Porque en el marxismo clásico el AC fue utilizado como una metodología para descubrir los momentos coyunturales en los cuales el sujeto histórico -el proletariado en el límite de la modernidad- podría acumular fuerzas para derrocar al sistema de dominación y de explotación vigente -el capitalismo industrial-. Esta posición hoy requiere de matices, de una comprensión más ajustada a la realidad histórica de las sociedades contemporáneas. Si, seguirá siendo central la figura del sujeto, así como también su irreductible e inalienable historicidad, pero hoy no existen las condiciones para afirmar que la historia posee una teleológica socialista y comunista, y tampoco se puede decir que es el proletariado, en tanto sujeto revolucionario, el protagonista de la historia.

 

Debemos, pues, hallar un nuevo punto de partida y repensar la historia, repensar al sujeto, abrir las epistemes a un proceso de construcción marcado por la descentralización de la subjetividad revolucionaria con respecto al proletariado, y de la historicidad del proyecto futuro con respecto al socialismo y al comunismo. Siendo así, el AC puede llegar a ser más rico, más flexible. Lo que el ámbito metodológico del AC habilita es entonces la identificación de los sujetos sociopolíticos a través de la identificación de sus tácticas y estrategias. En efecto, es a través del AC que -para Ramírez Casillas- buscaríamos detectar la formación concreta de los sujetos sociopolíticos, identificando las proyectualidades táctico-estratégicas en las que se despliegan como tales. El carácter crítico-utópico de la liberación -que no es otra cosa que la superación histórica de la dominación y la explotación-, estarían a la base de la intencionalidad que orienta el análisis.

 

Finalmente, en su perspectiva, la forma que Manuel Ramírez Casillas daba al AC tenía a la base una refundamentación de la teoría marxista, o sea, un ejercicio de revisión en el que los fundamentos de esta teoría volverían a ser puestos. Esta operación de refundamentación tendría su correlato en varios niveles de la construcción del AC como conocimiento histórico-político: a) el nivel epistemológico; b) el nivel metodológico; c) el nivel político y; d) el nivel teórico. A juicio de nuestro autor, de una tal refundamentación dependerá “su utilidad como herramienta de análisis histórico-político, es decir como instrumento analítico del ejercicio del poder y de las relaciones de poder que se manifiestan y presentan en las coyunturas”. En nuestra perspectiva podríamos interpretar esto diciendo que sin la refundamentación propuesta, el AC no nos permitiría producir el conocimiento histórico-político que necesitamos para comprender, estratégicamente, las tramas del poder en las que se juega nuestra emancipación o nuestra subordinación, nuestra libertad o nuestra enajenación y, en último análisis -dadas las circunstancias políticas del presente-, nuestra supervivencia o nuestra claudicación como especie.

 

Tras la refundamentación propuesta, una vez efectuada, podemos asumir el AC como un dispositivo que facilita la proyección estratégica del sujeto en el campo social y político. Siendo así, la intervención de los sujetos sociopolíticos en dichos campos estaría orientada por una reconstrucción histórica del presente, de tal modo que el sujeto cognoscente, a través del AC, tendría una mayor capacidad para determinar los alcances y los límites de una prâxis, reconociendo con ello la factibilidad o la no-factibilidad de la acción social o política. Al persistir en el uso de esta herramienta, la politología crítica que el CIAM practica puede recuperar para sí la potencialidad transformadora que le habría sido arrebatada por el positivismo y el funcionalismo cuyas matrices epistemológicas y metodológicas se limitan a la descripción de los sistemas políticos y de la acción e intereses de sus actores; por el contrario, el AC que echa sus raíces en la tradición del materialismo histórico es un análisis que apunta a la transformación revolucionaria de las formaciones sociales: una transformación inspirada en el humanismo moderno y, por lo tanto, en la aspiración moderna de liberar la vida humana de las ataduras que las sojuzgan. Ello quiere decir que el AC, como análisis político del presente, pretende producir un conocimiento estratégico que permita determinar los caminos de la emancipación política y de la liberación social.

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